miércoles, 19 de enero de 2022

Alejandro no sabe qué escribir

 

“Si no es una historia, no tiene sentido escribir” pensó Alejandro para sí mismo mientras escribía por milésima vez otro de esos párrafos que le salían del corazón. “Garabatos sin sentido" pensaba con frustración "puros garabatos sin sentido"

Alejandro llevaba ya varios días tratando de escribir uno de los tantos proyectos que tenía en mente, en esta ocasión se trataba de “Humano” una novela en la que el personaje principal retrataba su condición sensible como ser humano mientras superaba su último desamor. La historia se trataba de cómo a través del dolor nos reconocemos frágiles y crecemos de ella para convertirnos en una versión mejor de nosotros mismos. Alejandro no estaba seguro de que el dolor servía como una herramienta para construir, pero eso le gustaba creer y escribirlo le ayudaba a afirmarlo. De la fragilidad tampoco sabía mucho. Conocía apenas esa que acariciaba con ternura el sentimiento inefable que se despertaba dentro de él cada vez que la mirada se le perdía en el abismo de la curiosidad.

Era fanático del surrealismo, por eso cuando escribía sus palabras se entrelazaban como cañaverales, sacando oraciones debajo del río de su imaginación y dejando párrafos absurdos pero decorados con los más incandescentes adjetivos. “Esto es pura melodía y ritmo, ya nadie se interesa en algo sin historia”, su ansiedad lo hundía cada vez más en pensamientos pusilánimes que detenían su mano. Quería ser un escritor, lo soñaba con vehemencia desde que tenía recuerdo su memoria. Pero era apenas un muchacho y para cualquiera hubiese sido difícil enfrentarse contra la incertidumbre de un futuro donde tu único privilegio es existir, sin entender todavía que era el único que necesitaba. 

“A pesar de todo, cuando ella se fue, sentí un alivio…” una idea se le cruzó por la cabeza y empezó a escribir. Se negaba a pensar que esa novela era solo una excusa para contar su propia versión de la relación fallida de la que acababa de salir. Pero eso era. En la que era un chico inmaduro que no sabía nada acerca de cómo cuidar lo que se ama. Todavía buscaba con sus palabras un perdón. Sin saber que la única persona que debía perdonarlo por exigirle actuar como todavía no sabía actuar, era él. Poco a poco aprendería que todos seguimos dando pasos para aprender a caminar. Mientras tanto, él seguía escribiendo.

“Sus dedos descalzos se besaron con los míos, una risa inevitable se escapó junto al palpito de su muslo derecho…” Alejandro empezó a describir uno de sus recuerdos más bonitos junto a ella, ese que velaba dentro de su piel cuando se sentía inquieto. Sin darse cuenta se dejó llevar por la música del recuerdo que sonaba sincera en la punta de sus dedos, donde el simbolismo germinaba sin ayuda en el papel. 

“Esta porción de piso que es la tierra entera, terreno fértil para tal ceiba que buscará con sus manos el horizonte arrebol y en las sombras de sus hojas se preguntará…” Alejandro se detuvo un momento. Un pensamiento de frustración se le cruzó fugazmente por la cabeza. Miró la hoja en la que escribía. Miro el lápiz en su mano. Paró un momento mientras se escapaba un suspiro. Siguió escribiendo.

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